Septiembre siempre me trae recuerdos de la infancia, el olor a cuadernos nuevos, a lápices bien afilados, a gomas perfectas que no puedes dejar de mirar… e incluso mochilas que parecían pesar más que yo. Era un mes de nervios y, al mismo tiempo, de ilusión. Y es que todo estaba por estrenar, aunque los pasillos fueran los mismos de siempre o los libros heredados de tus primos o hermanos mayores.
Con los años, esa sensación no ha desaparecido del todo. Hoy, de adulta, ya no me esperan pupitres ni profesores, pero sí un calendario que se reorganiza, días que empiezan a encogerse, y la necesidad de reencontrar cierta nueva estructura después del verano.
A veces, lo he de confesar, septiembre me abruma. La rutina puede sentirse como un deber, como una rueda que gira y me obliga a correr detrás. Pero cada vez más, cuando me paro y me escucho, descubro que la rutina también puede ser un refugio. Que no se trata de «volver» como si regresara a una cárcel, sino de una nueva oportunidad para comenzar de nuevo, de habitar mi vida con intención.
La rutina como medicina
Muchas veces asociamos «rutina» con monotonía, pero el cuerpo y la mente necesitan rituales, necesitan un ritmo que los sostenga. La diferencia está en cómo llenamos esos espacios, una rutina desconectada nos agota, una rutina consciente nos sostiene.
He aprendido que las pequeñas prácticas diarias -respirar, escribir, caminar despacio, estirar el cuerpo- pueden transformar la forma en que me habito. Y que la rutina, lejos de aprisionarme, puede ser mi medicina si la convierto en un acto de presencia.
Preguntas para sembrar tu septiembre
Antes de llenar la agenda de tareas, te invito a hacer una pausa y preguntarte:
- ¿Qué quiero recuperar en mi rutina este septiembre?
- ¿Qué necesito dejar atrás con el verano?
- ¿Qué pequeños gestos pueden recordarme quién soy en medio de mis días?
Son preguntas sencillas, pero poderosas, si las dejas reposar en un cuaderno o en tu corazón.
Un ritual de comienzo
Quiero regalarte una práctica muy simple, casi simbólica, pero profundamente transformadora:
- Elige un momento del día para inaugurar (puede ser la mañana o la noche).
- Haz una pausa de tres respiraciones profundas, sintiendo tu cuerpo.
- Pregúntate: ¿Qué necesito hoy para sostenerme con ternura?
- Escribe una palabra o frase que se convierta en tu guía durante el día.
No necesitas más. La clave no está en hacer mucho, sino en dar alma a lo cotidiano.
Septiembre como un nuevo inicio
La vida nos invita a ver septiembre como una vuelta. Pero quizá no sea regresar, sino empezar. Un nuevo inicio dentro de lo conocido. Una oportunidad de mirar lo mismo con otros ojos, de crear espacio en lo habitual para lo sagrado, e incluso de sembrar nuevas formas de cuidarte y conocerte.
Que este septiembre sea un comienzo, no una repetición. Que la rutina te abrace y te recuerde que eres tú quien marca el ritmo.